lunes, 27 de abril de 2015

Cheiro de goiaba, primera entrega, Gabriel García Márquez.



Estando de vacaciones por Rio de Janeiro y paseando por las pintorescas calles de Ipanema me encontré con una librería, mi anhelo era poder conseguir una obra del Bahiano escritor Jorge Amado en su idioma natal pero no conté con tal suerte, fui salvado por un pequeño libro que me cautivo por ser obra de mi escritor favorito y así me hice con este ejemplar en portugués de Cheiro de goiaba, (Olor a guayaba), del laureado escritor colombiano Gabriel García Márquez, es un pequeño tomo en el cual el autor tiene una cálida entrevista con el periodista Plinio Apuleyo Mendoza del cual no tenía conocimiento, en este libro el escritor interrogado dilucida el por qué de sus historias, sus personajes y su formación como escritor, pasémoslo a ver más de cerca en este resumen que les paso a compartir.
Sus orígenes: Gabriel nació en el pueblo colombiano de Aracataca el que muchos aseguran que encierra al mítico Macondo, cuando él nació  Aracataca se parecía mucho a esos pueblos del lejano oeste, un tren que pasaba, viejas casas de maderas, calurosas calles de tierra y también sus mitos y leyendas, un poco antes de su nacimiento una empresa extranjera muy grande la United Fruit había instalado sus campamentos en el corazón de las plantaciones de bananas y ahí el poblado conoció una era de esplendor  donde  el dinero corría a borbotones, para su abuela doña Tranquilina cuya familia era una de las más antiguas del poblado esa tempestad de rostros desconocidos de barracas en la vías publica, de hombres cambiándose de ropa en la calle, de mujeres sentadas en baúles con paraguas abiertos y mulas y mulas abandonadas muriéndose de hambre en los palenques de los hoteles, representaban simplemente “la oleada” los desperdicios humanos que la riqueza bananera depositaba en Aracataca.
Esta abuela era la que gobernaba la casa e influyo mucho en la literatura mágica que desarrollaría Gabriel, este recordaba esta casa como grande, antigua, con un patio donde ardía en las noches de mucho calor el aroma de un jazminero, de innumerables cuartos donde suspiraban los muertos.
Para doña Tranquilina, cuya familia provenía de la guajira una península de arenas ardientes, de indios, contrabandistas y brujos, no había una frontera muy definida entre los muertos y los vivos, se refería a las cosas fantásticas como ordinarios acontecimientos cotidianos, (No es este acaso el gen del realismo mágico), a medida que fue envejeciendo aquella frontera entre los vivos y los muertos se hizo cada vez más tenue, de modo que acabo hablando con los muertos y escuchando sus quejas, suspiros y llantos. Entre estos muerto que la abuela escuchaba se encontraba aquella tía Margarita que murió muy joven y linda y cuyos recuerdos había de arder en la memoria de dos generaciones, (Esta inspiro a la casi niña hija de los Moscotes que se caso con el Coronel Aureliano Buendía en la novela Cien años de soledad). Gabriel aseguraba que tenía mucho miedo de niño cuando llegaba la noche y comenzaba el desfile de estos fantasmas. Gabriel vivió en la casa de sus abuelos hasta los ocho años mientras sus padres trataban de asentarse en otra ciudad, su abuelo era el Coronel Márquez, un veterano de la guerra civil respetado en toda la región, que en parte inspiraría la historia de El coronel no tiene quien le escriba, que trata de un veterano de la guerra civil sumido en la pobreza esperando una carta que le conceda una pensión  de veterano que nunca llega y quien tiene todas sus esperanzas para su alivio económico puestas en un gallo de riña que le pertenecía a su hijo único muerto por un pleito en la gallera. Estos dos abuelos eran los padres de la madre de Gabriel quien fuera educado en una atmosfera de rigor y severidad propia de las viejas familias de la región marcando de esa manera distancia para los novios inapropiados, el hombre que vino a pedir tranquila y ceremoniosamente la mano de esta joven de nombre Luisa era uno de aquellos forasteros  que provocaban recelo en la familia, Gabriel Eligio García llego a Aracataca como telegrafista después de abandonar sus estudios de medicina en la Universidad de Cartagena, sin recursos decidió asumir ese destino de funcionario público y casarse, la familia de Luisa se opuso esta hija tan bien cuidada y educada no podía casarse con un telegrafista oriundo de un pueblo de personar barullentas y desembarazadas que no tenían el rigor y la compostura de la familia del coronel, para distanciarlos Luisa fue enviada con su madre a un largo viaje pero esto de nada sirvió porque en cada ciudad había un puesto telegráfico y los telegrafista cómplices del pretendiente le hacían llegar los mensaje de amor que este transmitía.  Debido a tanta obstinación la familia de Luisa cedió y los jóvenes se casaron, (Parte de esta historia familiar inspirarían a Gabriel a escribir la novela El amor en los tiempos del cólera).
Volviendo a su abuelo que también sería un gran inspirador debido a que este de muy joven participo de las guerras civiles que los liberales habían emprendido contra el gobierno conservador cuyo soporte eran los latifundistas, el clero y las fuerzas armadas regulares, la ultimad de esas guerras iniciada en 1889 y terminada en 1901 dejo en los campos de batalla cien mil muertos, toda una juventud liberal formada en el culto a Garibaldi y al radicalismo francés, el coronel Márquez combatió en las provincias costeras donde la guerra había sido especialmente sangrienta bajo las órdenes del legendario caudillo liberal el General Rafael Uribe Uribe del cual Gabriel tomaría algunos rasgos temperamentales y físicos para componer el personaje legendario del Coronel Aureliano Buendía. Así fue como se crio Gabriel entre muertos que aparecían y relatos de la guerra que su abuelo siempre le contaba. Gabriel volvió a vivir con sus padres un poco antes de que muriera su abuelo y a los doce años se separo nuevamente de sus padres para completar su educación.
Nos dice el escritor que comenzó a escribir por si acaso, tal vez solo para demostrarle a un amigo que su generación era capaz de producir escritores, después caí en la trampa de continuar escribiendo por placer dice y después en la trampa de que nada me agradaba mas en el mundo que escribir.
En este largo aprendizaje que le fue útil para escribir le preguntan, Gabriel contesta que en primer lugar su abuela, ella me contaba los hechos más atroces sin conmoverse, como si fuera una cosa que acababa de ver, descubrí que esa manera imperturbable y esa riqueza de imágenes era lo que más contribuía para la verisimilitud de sus historias, usando ese método de mi abuela escribí Cien años de soledad, pero quien me permitió descubrir que sería un escritor fue Kafka quien contaba las cosas de la misma manera que mi abuela, cuando leí a los diecisiete años La Metamorfosis descubrí que iba a ser escritor, descubrí con el que existían en la literatura otras posibilidades además de las racionalistas y académicas que había conocido entonces en los manuales del colegio.
Dice el entrevistador, lo catalogan de realismo mágico en Europa temiendo que los lectores europeos acostumbran a percibir la magia de las cosas que usted cuenta mas no ven las realidad que las inspiran, Gabriel dice, ciertamente por que el racionalismo les impide ver que la realidad no termina en el precio de los tomates o de los huevos, la vida cotidiana en América Latina nos demuestra que la realidad está llena de cosas extraordinarias, respecto a esto acostumbro siempre a citar al explorador norteamericano F.W. Up de Graff, que al final del siglo pasado realizo un viaje increíble por el mundo amazónico donde vio entre otras cosas, un arroyo de agua hirviente, un lugar donde la voz humana provocaba lluvias torrenciales, en Comodoro Rivadavia, en el extremo sur de la Argentina los vientos del polo llevaron por los aires un circo entero y al día siguiente los pescadores trajeron en sus redes cadáveres de leones y jirafas, basta abrir los diarios para saber que entre nosotros acontecen cosas extraordinarias todos los días, por eso no hay en mis novelas una línea que no esté basada en la realidad.              

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