_Miguel
Mármol es una de las tantas personas que cobran vida en la trilogía del escritor
Uruguayo Eduardo Galeano, Memoria del fuego. Revolucionario y fundador del
Partido Comunista de El salvador, podemos ver su interesante historia de vida
en las páginas del tercer volumen de Memoria del fuego, El siglo del viento.
Dice el
escritor uruguayo en la contratapa de su libro: América Latina no solamente ha
sufrido el despojo del oro y de la plata, del caucho y del cobre y del
petróleo. También le han expropiado la memoria para que no sepa de dónde viene
y no pueda averiguar adónde va.
Memoria del
fuego es una tentativa de rescate de la historia viva de las Américas en todas
sus dimensiones, olores, sabores, colores, dolores.
El primer
volumen de la serie comienza en la etapa precolombina y se extiende hasta el
siglo XVII. El segundo comprende los siglos XVIII y XIX. El tercero abarca las
turbulencias del siglo XX, narradas a través de las pequeñas historias de cada
día como quien mira el universo por el ojo de la cerradura.
Ahora veamos
como narra Eduardo Galeano a través de las páginas del tercer volumen la rica
historia de Miguel Mármol.
1905,
Ilopango, Miguel a la semana.
La señorita
Santos Mármol, preñada a la mala se niega a dar el nombre del autor de su
deshonra.
La madre
Doña Tomasa, viuda de hombre pobre pero blanco, sospecha lo peor.
Cuando el
niño nace, la señorita Santos lo trae en brazos: _Este es tu nieto mamá.
Doña Tomasa
pega un chillido de espanto al ver al recién nacido, araña azul, indio
trompudo, tan feito que da más cólera que lastima, y le cierra la puerta en las
narices. Ante el portazo la señorita Santos cae redonda al suelo. Bajo su
desmayada madre, el recién nacido parece muerto. Pero cuando los vecinos se la
sacan de encima, el aplastadito pega un tremendo berrido.
Y así ocurre
el segundo nacimiento de Miguel Mármol, casi al principio de su edad.
1918,
Ilopango, Miguel a los trece.
Llegó al
cuartel de Ilopango empujado por el hambre. En el cuartel a cambio de comida,
Miguel empezó haciendo mandados y lustrando botas de tenientes.
Al cabo de
un año de vida cuartelera, el pobre muchachito no da más. Después de tanto aguantar
oficiales borrachos que lo garrotean porque sí, Miguel se escapa. Y esta noche,
la noche de su fuga, estalla el terremoto en Ilopango, Miguel lo escucha de
lejos.
Esa noche el
terremoto desploma el cuartel, ya sin Miguel, hasta la última piedra, y todos
los oficiales y todos los soldados mueren machacados por el derrumbe.
Y así ocurre
el tercer nacimiento de Miguel Mármol, a los trece años de su edad.
1930,
Ilopango, Miguel a los veinticinco.
La crisis
también revuelca por los suelos el precio del café.
En plena
crisis nace el Partido Comunista de El Salvador. Miguel es uno de los
fundadores. Maestro artesano en el oficio de zapatería, Miguel trabaja
salteado. La policía le anda pisando los talones. El agita el ambiente, recluta
gente, se esconde y huye.
Una mañana
Miguel se acerca, disfrazado, a su casa. La ve sin vigilancia. Escucha llorar a
su hijo y entra. Miguel se pone a cambiarle los pañales cuando en eso alza la
mirada y por la ventana descubre que los agentes están rodeando la casa. Pega
un salto de gato y consigue deslizarse por un agujero entre las tejas rotosas,
mientras suenan los primeros tiros.
Y así ocurre
el cuarto nacimiento de Miguel Mármol, a los veinticinco años de su edad.
1932, Soyapango, Miguel a los veintiséis.
Los llevan
en camión, amarrados. Qué suerte –piensa- voy a morir cerca de donde tengo
enterrado el ombligo. Van fusilando de a dos. Los faros del camión y la luna
hacen luz de sobra.
Después de
unas cuantas descargas llega el turno de Miguel y de un vendedor de estampitas.
Escucha gritar: ¡Preparen! ¡Apunten! ¡Fuego!. Cuando Miguel despierta, hay un
montón de cuerpos goteando sangre encima de el. Escucha el cerrojo de un fusil.
Un tiro de gracia. Otro. Otro. Con los ojos nublados de sangre, Miguel espera
su bala final, pero en vez de bala final le llegan machetazos.
A patadas
los soldados arrojan los cuerpos a la fosa y echan tierra. Cuando el camión se
va, Miguel, todo baleado y tajeado, empieza a moverse. Le lleva siglos
desprenderse de tanto muerto y tanta tierra. Por fin consigue caminar, a paso
ferozmente lento, mas cayéndose que parándose, y muy de a poco se va alejando.
Y así ocurre
el quinto nacimiento de Miguel Mármol, a los veintiséis años de su edad.
1932, San
Salvador, Miguel a los veintisiete.
De quienes
salvaron a Miguel, no ha quedado ni uno vivo: los soldados han acribillado a
los camaradas que lo recogieron en una zanja y a quienes consiguieron traerlo
hasta esta casa, la casa de su hermana, en Salvador. Ella estaba rezando
novenas por su descanso eterno.
El oficio
fúnebre continua, Miguel se repone como puede escondido tras el altar armado en
su memoria. Yace Miguel al otro lado de la cortina ardiente de fiebre; y así
pasa el día de su cumpleaños. Una noche de estás, una patrulla militar se
detiene a la puerta: _¿Por quién rezan?
_Por el alma
de mi difunto hermano.
Los soldados
entran, se asoman al altar, fruncen narices.
La hermana
de Miguel estruja el rosario. A Miguel le vienen súbitas ganas de toser. Pero
los soldados se persignan: _Que en paz descanse_ dicen, y siguen de largo.
Y así ocurre
el sexto nacimiento de Miguel Mármol, a los veintisiete años de su edad.
1934, San
Salvador, Miguel a los veintinueve.
Siempre
corrido por la policía, Miguel encuentra refugio en casa de la amante del
cónsul de España.
Una noche se
desata una tempestad, Miguel ve que el río crece y que allá lejos, la
correntada está a punto de embestir el rancho donde viven su mujer y sus hijos.
Miguel abandona su solido escondite y sale disparado a buscar a los suyos.
Pasan la noche todos abrazados, apoyados contra las frágiles paredes.
Al alba, el
ranchito está un poco chueco y mojado, pero no volteado. Miguel se despide se
su familia y regresa a su refugio. Pero no lo encuentra. De aquella casa de
bien plantados pilares, no queda ni un ladrillo de recuerdo. La furia del río
ha socavado la barranca, ha arrancado los cimientos y se ha llevado al diablo a
la casa, a la amante del cónsul y a la mucama, que han muerto ahogadas.
Y así ocurre el séptimo nacimiento de Miguel
Mármol, a los veintinueve años de su edad.
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