Escribe Borges en su Autobiografía: El
verdadero comienzo de mi carrera como escritor de cuentos cortos se inicia con
una serie de bosquejos titulados Historia universal de la infamia, que
contribuí a las columnas de Crítica en 1933 y 1934. En mi Historia universal de
la infamia yo no quería repetir lo que había hecho Marcel Schwob, en sus Vidas
imaginarias. Él había inventado biografías de hombres reales sobre los cuales
se había escrito poco o nada. Yo, en cambio, leí acerca de la vida de personas
conocidas y luego deliberadamente las varié o distorsioné según mi capricho,
nunca pensé publicarlo en un libro. Los cuentos estaban destinados al consumo
popular en Crítica y eran sarcásticamente pintorescos. Supongo que ahora el
valor secreto de esos bosquejos_ aparte del puro placer que me dio escribirlos_
residía en el hecho de que eran ejercicios narrativos. Como los argumentos o
circunstancias generales me eran dados, sólo tenía que inventar juegos de
vívidas variaciones.
Historia
universal de la infamia, comprende ocho textos, a los que se han sumado seis
más breves recopilados bajo el titulo “Etcétera” pasemos ahora a ver estas
historias que nos regala el maestro argentino.
El atroz
redentor Lazarus Morell:
_La causa
remota_
1517_ P.
Bartolomé de las Casas, tuvo mucha lástima de los indios que se extenuaban en
las minas de oro antillanas y propuso al emperador Carlos V la importación de
negros.
A esa
curiosa variación de un filántropo debemos indefinidos hechos: los blues de
Handy, el tamaño mitológico de Abraham Lincoln, los quinientos mil muertos de
la Guerra de Secesión, la admisión del verbo linchar en la decimotercera
edición del Diccionario de la Academia, el impetuoso film Aleluya, el moreno
que asesinó Martin Fierro, la habanera madre del tango y el candombe, además:
la culpable y magnífica existencia del atroz redentor Lazarus Morell.
_El lugar_
El padre de
las aguas, el Mississippi, el río más extenso del mundo, fue el digno teatro de
ese incomparable canalla.
_Los
hombres_
Al principio
del siglo XIX, las vastas plantaciones de algodón que había en las orillas eran
trabajadas por negros. Los propietarios de esas tierras y de esa negrada eran
ociosos y ávidos caballeros de melena, un buen esclavo les costaba mil dólares
y no duraba mucho, y en la chacras abandonadas, en los suburbios, en los
cañaverales apretados y en lozadales abyectos, vivían los por whites, la
canallada blanca. Eran pescadores, vagos cazadores, cuatreros, Lazarus Morell
fue uno de ellos.
_El hombre_
No hay
daguerrotipos auténticos de Morell es verosímil suponer que se negó a la placa
bruñida, esencialmente para no dejar inútiles rastros, de paso para alimentar
su misterio. Sabemos sin embargo que no fue agraciado de joven, los años luego,
le confirieron esa peculiar majestad que tienen los canallas encanecidos. Era
un caballero antiguo del sur, pese a la niñez miserable y a la vida afrentosa.
Se sabía que era un adúltero, un ladrón de negro y un asesino.
_El método_
Este método
es único, no solamente por las circunstancias sui generis que lo determinaron,
sino por la abyección que requiere, por su fatal manejo de la esperanza y por
el desarrollo gradual, semejante a la atroz evolución de una pesadilla.
Morell llegó
a comandar unos mil hombres todos juramentados. El riego recaía en los
subalternos, en caso de rebelión eran entregados a la justicia o arrojados al
río con una segura piedra a los pies, su facinerosa misión era la siguiente:
Recorrían las bastas plantaciones del Sur. Elegían un negro desdichado y le
proponían la libertad. Le decían que huyera de su patrón, para ser vendidos por
ellos una segunda vez, en alguna finca distante. Le darían entonces un
porcentaje del precio de su venta y lo ayudarían a otra evasión. Dinero y
libertad. El esclavo se atrevía a su primera fuga. El natural camino era el
río, lo vendían en otra plantación. Huía otra vez. Entonces los terribles
bienhechores aducían gastos oscuros y declaraban que tenían que venderlo una
última vez. A su regreso le darían el porcentaje de las dos ventas y la
libertad. El hombre se dejaba vender y desafiaba una última fuga.
_La libertad
final_
Por temor a
que hablaran y los delataran, lo libraban de la vista, del oído, del tacto, del
día, de la infamia, del tiempo, de los bienhechores, de la misericordia, del
aire, de los perros, del universo, de la esperanza, del sudor y de él mismo. Un
balazo, una puñalada o un golpe y las tortugas y los barbos del Mississippi
recibían la última información.
_La
catástrofe_
Unos setenta
negros habían sido “emancipados” ya por Morell, la zona de operaciones era
mayor y era necesario admitir nuevos afiliados. Uno de estos rompió su
juramento y delató a Morell y a los otros. La casa de Morell en Nueva Orleans
fue cercada por la justicia. Morell, por una imprevisión o un soborno, pudo
escapar y anduvo escondido ideando un plan.
Su plan era
de un coraje borracho, una sublevación total de los negros, la toma y el saqueo
de Nueva Orleans y la ocupación de su territorio.
_La
interrupción_
Morell
capitaneando puebladas negras que soñaban ahorcarlo, Morell ahorcado por
ejércitos negros que soñaban capitanear_ me duele confesar que la historia del
Mississippi no aprovechó esas oportunidades suntuosas. Contrariamente a toda
justicia poética tampoco el río de sus crímenes fue su tumba. El dos de enero de
1835 Lazarus Morell falleció de una congestión pulmonar en el hospital, el dos
y el cuatro quisieron sublevarse los esclavos de ciertas plantaciones pero los
reprimieron sin mayor efusión de sangre.
El
impostor inverosímil Tom Castro:
Este cuento
trata de un joven Ingles de nombre Arthur Orton que se escapa de la miseria de
los barrios bajos de Londres viajando por el mar. Llega a chile y cambia su
nombre adoptando el apellido de la familia que lo acogió pasándose a llamar
desde entonces Tom Castro, unos años después este personaje aparece por
Australia y hace amistades con un negro llamado Bogle quien tenía ocurrencias
geniales y pasaría a formar parte imprescindible en la vida de nuestro
personaje.
En 1854
naufragó en aguas del atlántico el vapor Mermaid, procedente de Río de Janeiro,
con rumbo a Liverpool. Entre los que perecieron estaba Roger Charles Tichborne,
militar Ingles, mayorazgo de una de las principales familias católicas de
Inglaterra, su madre Lady Tichborne, rehusó creer en su muerte y público
desconsolados avisos en los periódicos de más amplia circulación. Uno de esos avisos cayó en las
blandas manos funerarias del negro Bogle, quien concibió un proyecto genial.
Tichborne
era un esbelto caballero de aire envainado, con los rasgos agudos, la tez
morena, el pelo negro y lacio, los ojos vivos y la palabra de una precisión ya
molesta.
Orton era un
palurdo desbordante, de vasto abdomen, rasgos de una infinita vaguedad, cutis
que tiraba a pecoso, pelo ensortijado castaño, ojos dormilones y conversación
ausente o borrosa.
Bogle
inventó que el deber de Orton era embarcarse en el primer vapor para Europa y
satisfacer la esperanza de Lady Tichborne, declarando ser su hijo.
_El
encuentro_
Tom Castro,
escribió a Lady Tichborne, para fundar su identidad invento pruebas de hechos
de la infancia y la ubicación de algunos lunares.
En la
imponente soledad de un hotel de París la dama la leyó y la releyó con lágrimas
felices y en pocos días encontró los recuerdos que le pedía su hijo.
El 16 de
enero de 1867, Roger Charles Tichborne se anunció en ese hotel, con su
sirviente Ebenezer Bogle, la madre reconoció al hijo pródigo y le franqueó su
abrazo. Ahora que de veras lo tenía, podía prescindir de los diarios y las
cartas que él le mando desde Brasil, meros reflejos adorados que habían
alimentado su soledad de 14 años lóbregos.
Bogle sonrió
con toda discreción: ya tenía donde documentarse el plácido fantasma de Roger
charles.
El destino
no quiso asegurar la felicidad de los tres involucrados y en 1870 muer Lady Tichborne
y su familia denuncia a Arthur Orton por usurpación de estado civil. Este
contaba con el apoyo de los acreedores para que pudiera pagarles y con el
ingenio de Bogle, tras idas y vueltas judiciales y el acontecimiento trágico de
la muerte de Bogle, Tom Castro u Arthur Orton fue condenado a catorce años de
cárcel con trabajos forzados, por comportamiento ejemplar salió cuatro años
antes de lo previsto.
Al salir
recorrió las aldeas y los centros del Reino Unido, pronunciando pequeñas
conferencias en las que declaraba su inocencia o afirmaba su culpa, según el
público que le tocara, el dos de abril de 1898 murió.
La viuda
de Ching, Pirata:
Capitana de
piratas que ocupo el lugar de su marido asesinado por veneno, dominaba los ríos
y los mares de China, en una oportunidad derroto a las flotas imperiales, en la
segunda se rindió por una revelación que tuvo antes de empezar la contienda y
vivió el resto de su vida dedicada al tráfico de opio.
Fin de la
primera parte de este posteo.
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