lunes, 11 de mayo de 2015

Historia Universal de la infamia, una mirada sobre Jorge Luis Borges, Primera Parte.



Escribe Borges en su Autobiografía: El verdadero comienzo de mi carrera como escritor de cuentos cortos se inicia con una serie de bosquejos titulados Historia universal de la infamia, que contribuí a las columnas de Crítica en 1933 y 1934. En mi Historia universal de la infamia yo no quería repetir lo que había hecho Marcel Schwob, en sus Vidas imaginarias. Él había inventado biografías de hombres reales sobre los cuales se había escrito poco o nada. Yo, en cambio, leí acerca de la vida de personas conocidas y luego deliberadamente las varié o distorsioné según mi capricho, nunca pensé publicarlo en un libro. Los cuentos estaban destinados al consumo popular en Crítica y eran sarcásticamente pintorescos. Supongo que ahora el valor secreto de esos bosquejos_ aparte del puro placer que me dio escribirlos_ residía en el hecho de que eran ejercicios narrativos. Como los argumentos o circunstancias generales me eran dados, sólo tenía que inventar juegos de vívidas variaciones.
Historia universal de la infamia, comprende ocho textos, a los que se han sumado seis más breves recopilados bajo el titulo “Etcétera” pasemos ahora a ver estas historias que nos regala el maestro argentino.
El atroz redentor Lazarus Morell:
_La causa remota_
1517_ P. Bartolomé de las Casas, tuvo mucha lástima de los indios que se extenuaban en las minas de oro antillanas y propuso al emperador Carlos V la importación de negros.
A esa curiosa variación de un filántropo debemos indefinidos hechos: los blues de Handy, el tamaño mitológico de Abraham Lincoln, los quinientos mil muertos de la Guerra de Secesión, la admisión del verbo linchar en la decimotercera edición del Diccionario de la Academia, el impetuoso film Aleluya, el moreno que asesinó Martin Fierro, la habanera madre del tango y el candombe, además: la culpable y magnífica existencia del atroz redentor Lazarus Morell.
_El lugar_
El padre de las aguas, el Mississippi, el río más extenso del mundo, fue el digno teatro de ese incomparable canalla.
_Los hombres_
Al principio del siglo XIX, las vastas plantaciones de algodón que había en las orillas eran trabajadas por negros. Los propietarios de esas tierras y de esa negrada eran ociosos y ávidos caballeros de melena, un buen esclavo les costaba mil dólares y no duraba mucho, y en la chacras abandonadas, en los suburbios, en los cañaverales apretados y en lozadales abyectos, vivían los por whites, la canallada blanca. Eran pescadores, vagos cazadores, cuatreros, Lazarus Morell fue uno de ellos.
_El hombre_
No hay daguerrotipos auténticos de Morell es verosímil suponer que se negó a la placa bruñida, esencialmente para no dejar inútiles rastros, de paso para alimentar su misterio. Sabemos sin embargo que no fue agraciado de joven, los años luego, le confirieron esa peculiar majestad que tienen los canallas encanecidos. Era un caballero antiguo del sur, pese a la niñez miserable y a la vida afrentosa. Se sabía que era un adúltero, un ladrón de negro y un asesino.
_El método_
Este método es único, no solamente por las circunstancias sui generis que lo determinaron, sino por la abyección que requiere, por su fatal manejo de la esperanza y por el desarrollo gradual, semejante a la atroz evolución de una pesadilla.
Morell llegó a comandar unos mil hombres todos juramentados. El riego recaía en los subalternos, en caso de rebelión eran entregados a la justicia o arrojados al río con una segura piedra a los pies, su facinerosa misión era la siguiente: Recorrían las bastas plantaciones del Sur. Elegían un negro desdichado y le proponían la libertad. Le decían que huyera de su patrón, para ser vendidos por ellos una segunda vez, en alguna finca distante. Le darían entonces un porcentaje del precio de su venta y lo ayudarían a otra evasión. Dinero y libertad. El esclavo se atrevía a su primera fuga. El natural camino era el río, lo vendían en otra plantación. Huía otra vez. Entonces los terribles bienhechores aducían gastos oscuros y declaraban que tenían que venderlo una última vez. A su regreso le darían el porcentaje de las dos ventas y la libertad. El hombre se dejaba vender y desafiaba una última fuga.
_La libertad final_
Por temor a que hablaran y los delataran, lo libraban de la vista, del oído, del tacto, del día, de la infamia, del tiempo, de los bienhechores, de la misericordia, del aire, de los perros, del universo, de la esperanza, del sudor y de él mismo. Un balazo, una puñalada o un golpe y las tortugas y los barbos del Mississippi recibían la última información.
_La catástrofe_
Unos setenta negros habían sido “emancipados” ya por Morell, la zona de operaciones era mayor y era necesario admitir nuevos afiliados. Uno de estos rompió su juramento y delató a Morell y a los otros. La casa de Morell en Nueva Orleans fue cercada por la justicia. Morell, por una imprevisión o un soborno, pudo escapar y anduvo escondido ideando un plan.
Su plan era de un coraje borracho, una sublevación total de los negros, la toma y el saqueo de Nueva Orleans y la ocupación de su territorio.
_La interrupción_
Morell capitaneando puebladas negras que soñaban ahorcarlo, Morell ahorcado por ejércitos negros que soñaban capitanear_ me duele confesar que la historia del Mississippi no aprovechó esas oportunidades suntuosas. Contrariamente a toda justicia poética tampoco el río de sus crímenes fue su tumba. El dos de enero de 1835 Lazarus Morell falleció de una congestión pulmonar en el hospital, el dos y el cuatro quisieron sublevarse los esclavos de ciertas plantaciones pero los reprimieron sin mayor efusión de sangre.
El impostor inverosímil Tom Castro:
Este cuento trata de un joven Ingles de nombre Arthur Orton que se escapa de la miseria de los barrios bajos de Londres viajando por el mar. Llega a chile y cambia su nombre adoptando el apellido de la familia que lo acogió pasándose a llamar desde entonces Tom Castro, unos años después este personaje aparece por Australia y hace amistades con un negro llamado Bogle quien tenía ocurrencias geniales y pasaría a formar parte imprescindible en la vida de nuestro personaje.
En 1854 naufragó en aguas del atlántico el vapor Mermaid, procedente de Río de Janeiro, con rumbo a Liverpool. Entre los que perecieron estaba Roger Charles Tichborne, militar Ingles, mayorazgo de una de las principales familias católicas de Inglaterra, su madre Lady Tichborne, rehusó creer en su muerte y público desconsolados avisos en los periódicos de más amplia  circulación. Uno de esos avisos cayó en las blandas manos funerarias del negro Bogle, quien concibió un proyecto genial.
Tichborne era un esbelto caballero de aire envainado, con los rasgos agudos, la tez morena, el pelo negro y lacio, los ojos vivos y la palabra de una precisión ya molesta.
Orton era un palurdo desbordante, de vasto abdomen, rasgos de una infinita vaguedad, cutis que tiraba a pecoso, pelo ensortijado castaño, ojos dormilones y conversación ausente o borrosa.
Bogle inventó que el deber de Orton era embarcarse en el primer vapor para Europa y satisfacer la esperanza de Lady Tichborne, declarando ser su hijo.
_El encuentro_
Tom Castro, escribió a Lady Tichborne, para fundar su identidad invento pruebas de hechos de la infancia y la ubicación de algunos lunares.
En la imponente soledad de un hotel de París la dama la leyó y la releyó con lágrimas felices y en pocos días encontró los recuerdos que le pedía su hijo.
El 16 de enero de 1867, Roger Charles Tichborne se anunció en ese hotel, con su sirviente Ebenezer Bogle, la madre reconoció al hijo pródigo y le franqueó su abrazo. Ahora que de veras lo tenía, podía prescindir de los diarios y las cartas que él le mando desde Brasil, meros reflejos adorados que habían alimentado su soledad de 14 años lóbregos.
Bogle sonrió con toda discreción: ya tenía donde documentarse el plácido fantasma de Roger charles.
El destino no quiso asegurar la felicidad de los tres involucrados y en 1870 muer Lady Tichborne y su familia denuncia a Arthur Orton por usurpación de estado civil. Este contaba con el apoyo de los acreedores para que pudiera pagarles y con el ingenio de Bogle, tras idas y vueltas judiciales y el acontecimiento trágico de la muerte de Bogle, Tom Castro u Arthur Orton fue condenado a catorce años de cárcel con trabajos forzados, por comportamiento ejemplar salió cuatro años antes de lo previsto.
Al salir recorrió las aldeas y los centros del Reino Unido, pronunciando pequeñas conferencias en las que declaraba su inocencia o afirmaba su culpa, según el público que le tocara, el dos de abril de 1898 murió.
La viuda de Ching, Pirata:
Capitana de piratas que ocupo el lugar de su marido asesinado por veneno, dominaba los ríos y los mares de China, en una oportunidad derroto a las flotas imperiales, en la segunda se rindió por una revelación que tuvo antes de empezar la contienda y vivió el resto de su vida dedicada al tráfico de opio.
Fin de la primera parte de este posteo.

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